Cuando la oscura noche impregna el cielo, trato de dormir. No es el miedo, no me asaltan las dudas, sino que puedo descansar con calma y sosiego. Y sino logro conciliar el sueño, cierro los ojos y felizmente, respiro con lentitud y profundamente.
Cuando el día está lluvioso, me entristezco muy fácilmente. Y aun con mi ego intocable, mi autoestima tiembla dejándome cabizbajo y deteniendo el mismo tiempo, prolongándose sin fin, y sin poder hacer yo nada. Como un artista representando una estatua viviente, que no recibe ninguna moneda, bajo la lluvia y a la intemperie.
Cuando hace sol, y el cielo parece sonreír, me emociono de gratitud. Y mi mente olvida toda negatividad, y logro ser feliz. Esa belleza de un día cálido y luminoso. Frondoso en alegría.
Lo que sí sé, es que la soledad, y el tedioso silencio, es la verdadera causa que me atormenta. Y de ella es de donde se desprende todo el dolor. Aunque mientras viva, siempre habrá un motivo para vivir, y mis sentimientos y lógica, suenan en ese mismo compás, meticulosamente cuan un metrónomo.
Si algún día soñé en demasía y abundantemente, ésta sombría soledad sin tiempo y repleta de horas muertas, me arrebata por momentos, la fuerza que necesito, para ser uno más. La eterna lucha interior, que tanto me abruma y desconcierta.
Soy consciente de que estoy madurando considerablemente, y eso es irreversible, a pesar del incombustible silencio e intrínseco sufrimiento, que conlleva ésta desgarradora soledad. Mi espada, son las escasas y parcas, pero cristalinas palabras, que pueda escribir. Aunque no hay cabe duda alguna en que siempre, mientras viva, habrá motivos para vivir. Y ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario