Ella me miraba siempre con unos ojos que yo no podía explicar.
Era tan bella, y su sonrisa tan empática;
que me sentía pequeño y turbábame corresponderle a la mirada.
Un día me dijo amable, con sentimiento y sensualidad y cariño, sutil pensamiento de Zedesa:
-Hola
-¿Hola?. Dije yo casi sin creerlo, y otra vez "acongojado". Sentimiento de una miscelánea de timidez, que solo me sucedía con ella.
- ¿No me conoces?.
Yo: noo...
Ella: ¿Cómo te llamas?.
Yo: Ismael.
Ella: yo tú sueño. Dice sutil y como intranscendentemente.
Yo: ¿Qué? ¿dices?.
Ella: Te aclaro, yo sé que te miré y que te gusto a ti.
Yo: no sé a...
Ella: Tranquilo, tú también me gustas, ¿querrías tomar un café conmigo un día?, Ismael. Sin poder terminar yo mi hablar.
Yo: Sintiendo yo una cuasi perfecta y sí, perfecta felicidad y libertad en mi corazón, toda timidez se desvanece y le digo, ¡¡gracias!! eh...
Ella: jaja Zedesa, me llamo Zedesa, ¿Cuándo podrías tú?. Sí me quieres decir ahora sí. En su acento no noté si era un sí acentuado o no, la verdad.
Pasaron días, y sobre la cama del después, siempre recordamos ese momento, ella se ríe, a mí me contagia todo su positivismo, y me hace, días... Solo quiero quererla y que me quiera, como dice ella, "¿también en la cama?". Nos conocemos bien en todos los sentidos, y permanecemos juntos, durante días, semanas... ¡Qué más da!, ella se ríe diciendo, ah?... ¿luego ahora no?, y yo la abrazo en la cama... Siempre ahora sí, contesto, y continúa el devenir de la vida, felices y libres, gracias, a ella, Zedesa.
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