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martes, 17 de enero de 2023

104_ Así es éste mundo. No lo entendereis. Nunca.

Todo estaba oscuro y pensé en tenerte, rozando casi hasta el absurdo, tus líneas, a la perfección creadas para el pecado, me provocaban. Yo llevaba años deambulando y no sabía a quién convertir, ello es una decisión seria, cruel, despiadada, pero regala la eternidad. Y ella tiene siempre la última palabra, o convertirse, o morir. Ni siquiera mi voluntad extremadamente premeditada sería suficiente. Así lo reza el Código de nuestra raza, los Vampiros, la última palabra es de ella. Y yo debía premeditar mis acciones muy bien, pues incluso podría peligrar mi eternidad y ser enjuiciado en el palco de los Juramentos, por ella misma. Estaba solitario desde hace pocos siglos, y ella despertaba todos mis mordiscos, todo mi sexo, pero la obligación era, convertirla o no, o no plantearle la cuestión simplemente. ¿Solo por sexo?, esa era mi duda, porque el sexo funcionaba tan vehementemente bien, que me planteé llevarla a la eternidad, hasta las últimas consecuencias. Esas líneas rojas de sus vestidos, y su lencería color escarlata. Ella ya sabía que yo era un Vampiro. Cuántos años, ¿37?. Cómo podía tambalear las dudas de mis trecientos mil siglos de eternidad. Por un momento pensé en una supuesta trampa de mi enemigo el Santísimo, así le llamamos en mi raza. Ese que creó el Sol. Pero mi Maestro dijo que para nada tenía que ver con el Altísimo, solamente era una atracción sexual brutal, inconcevida en todos mis años de eternidad, y yo debía decidir si por sexo, por la eternidad o no. Ella tenía 37 años, mi Maestro me advirtió con dureza, a pesar de que ya había cometido varios juramentos, como desvelarle mi naturaleza, y ella se desvivía en la cama conmigo como si desease morir, o mejor dicho, ser mi amante por los siglos de los siglos. Me levanté una noche, tenía los colmillos ansiosos , la llamé como siempre, ¿Zedesa?... Sí ,lo recuerdo, quedamos en el baile de disfraces, algo típico, en mi raza, antes de convertir a alguien. Pero, la que había solicitado el baile de disfraces esta vez, era algo inusual en la memoria de los Vampiros. Ella, Zedesa, había convocado el baile. Dicho de otro modo para mi raza, ella me propuso una decisión obligatoria, o la mataba, o la convertía. Así siempre fue, Zedesa, tan arrogante como sensual, como única en su personalidad todavía humana. Me dije llegó el momento...
Y hoy vemos cuatrocientos siglos después, las estrellas del firmamento sobre nuestro lecho. Simplemente Zedesa, nunca la podré explicar, su suerte para mi suerte. Y cuando se va a cazar, siempre me besa, diciendo, ¡tranquilo retornaré!. Y Siempre dudo, y siempre retorna. Dicen que el Altísimo Bendice. A mí eso me está prohibido, pero no saber explicar para un Vampiro, es si cabe, una especie de Bendición. Zedesa, eras una niña, 37 años... Y permaneces a mi lado. ¿Por qué?. No poder explicar para un Vampiro, es ridículo. Mi Suerte, Zedesa... ¿tú me preguntas quién soy?. ¿Qué bendición eres tú?. Mi Suerte Eterna. No hay más que decir.

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