Estábamos en las intimidades, me dijiste si podía besarte, y te besé.
Era la primera vez que escuchaba de una dama, haz lo que quieras... ¿o no me ves atractiva?.
Cuando dijo eso me detuve, ¿cómo te llamabas?. Zedesa dijo ella, y continuó, ¿Qué hago en tu casa entonces?, ¿no saber que íbamos a jugar a ésto?.
Yo perturbado por tanta sinceridad, claro, estamos en mí piso, pero, ¿has dicho que haga lo que quiera?.
Tranquilo, añadió ella, si no me gusta... ¿¡No te lo voy a decir!?, ya lo sabes. Ismael.
Pensé para mí, que no quería ser brusco, pero ella permanecía como una estatua y, le arrebaté la ropa, toda, yo me desnudé también. Y ella me miraba sin decir nada, yo por momentos me retraía, me sentía demasiado dominante. Por eso le pregunté, ¿Zedesa, te encuentras bien? Ya desnudos los dos. Ella me dijo, ¿Dije acaso que no?. No entendía, esa permisividad, que yo hiciera todo... Ella se dejaba en todo. No di, llegado a eso.
¿Qué te ocurre? Dijo entonces sonriendo Zedesa, y yo le revelé mi secreto: es que si no intervienes tú de algún modo, es cosa de dos, ¡también me pone saber qué te pone!, exclamé algo descontrolado.
Ella me miró fijamente con los ojos llenos de deseo y me besó, me dijo, tranquilo, solo tenías que pedírmelo.
Estaba estupefacto cuando agarró con suma fuerza mi miembro, retornándolo viril. De estar "como frustrado" entré en un énfasis sexual con ella, ¿cómo podía saber ponerme tan "caluroso" tan, extremadamente "caluroso"?.
Me dijo, justo en ese momento, Ismael, ahora estás... oh!!! ¡¡¿cómo estás?!!, ¡¡jajaja!!, ¡¡puedes hacer lo que quieras!!. Y eso precisamente es lo que me agobiaba, hasta que entendí.
Entonces, pregunta tras pregunta, ella decía siempre... Ohhh sí!!! sí!!!!... Me dije, ¡¿quién puede resistirse ante ésto?!. Yo no, una, dos y tres... Y sus gemidos de placer siempre, ¡siempre!, toda la noche persiguiendo y obteniendo mi duro sexo.
Jamás me sucedió algo así, hasta que marchó, después de desayunar, me dijo, Ismael, yo sé que trajiste a otras. ¿Cómo me llamo?. Yo dije, no te entiendo Zedesa, tras eso, dijo, yo marcho. Volveré. Yo le dije, ¿Zedesa te encuentras bien?, disfrutamos mucho, pero quedé muy confundido, eres un misterio. Ella me dijo ¿acaso crees que me voy para no volver, Ismael?.
Todos los días pienso en ella, y cuando menos lo espero, Zedesa, siempre vuelve. ¿Qué más dará?. Me digo entonces. Zedesa, siempre vuelve para cosas... ¡¡Buenas!!. Ella sabe que deseo que ella sea la dueña de mi cama, y cada noche me recalca, ¡¿ah sí?!, pues tú serás el dueño, para que siempre te acuerdes de mí. Y, ¿al final?. Ni idea, solo sé, que cuando ella, Zedesa quiere, viene, y me consume toda la noche plácida y extenuadamente. Entonces, ¡¿cómo no he de pensar en ella, disculpen la impertinencia, aunque ella no estea?!. Zedesa, la que me quiere, y yo quiero que me quiera, y siempre descubre, todos mis inconfesables deseos, en las noches repletas de estrellas del cielo. Siempre que nos complacemos. Tan tímida, como descarada en el lecho.
Nota: escrito con optimismo, continuaré por fragmentos, con ésta... Zedesa.
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