Escribir para nadie es triste y profundo
Escribir para ser leído te puede destrozar el alma
Escribir con imaginación puede ser creativo y sorprendente como un cuchillo, que la luz de la luna impide ver que es un clavel de plata, con un 50 inscrito de años juntos…
Escribir con sentimiento puede embriagar el corazón
Escribir de ti... es salir de mí, es soñar que eres real, y que así con disimulo te acaricio todas las noches, donde solo las estrellas son testigas de nuestros pecados, danzando en la música sin palabras, dándonos y permitiéndonos lo más oscuro y abrumador del pervertido pensamiento, me doy, te das, te acaricio y me abrazas… y perdiendo la razón, acostados y abrazados, con los cuerpos brillantes y relucientes de mil besos, que recorren desde tus pestañas, hasta mi pecado más secreto, tan confesado y confundido, tan sumamente etérea, que desde la luna que ha salido entera y dorada, haciendo más poéticas nuestras posturas unidas, frente con frente, con las manos ya satisfechas, y dormidos sin darnos cuenta, acompasados en un solo hilo de viento, y despertando con un beso en los labios… te vas?, pregunté, y me respondes que quieres vivir la vida conmigo… vive un minuto de silencio, un beso apasionado… recuerdo aquellos momentos, cada vez que me ayudas a buscar el bastón y yo te digo, vamos a pasear? tenemos todo el tiempo del mundo… en silencio y de la mano, con paso discreto pero mágico, dos ancianos recorren la ciudad, despacio, despacio, como si una noche de ensueño y bella, se hubiesen conocido, un día de sus vidas, despacio, con calma, disfrutando porque están juntos, en cada segundo que se extiende hasta la eternidad… ¡hoy ha sido un buen día! se le escucha entre el tumulto de gente a dos jóvenes enamorados de la primavera, ellos, siguen, despacio, despacio, con paso lento, sonríen, y alguien resuena a sus corazones, te acuerdas?... Y sentándose los ancianos en un banco del parque, quedan en silencio, y siempre sienten que el tiempo se detiene, para dejar paso a sus corazones, la noche se apresura, ya están en casa, y la anciana exclama hacia su marido, cuánto tiempo ha pasado?... y el anciano asintiendo con la mirada, calla, y le susurra, no nos llegará todo el tiempo congelado o derretido en mil barcos, para podernos decir siempre, te amo, como el primer día, y así transcurren sus verdades mientras sale el sol, y las estrellas se esconden, preparadas, para la siguiente noche, gracias por conocerte, ya suenan dos latidos al unísono, en algún recóndito lugar del cielo…
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